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La ‘intelectualidad india’

Los cambios que ha vivido el país en las dos últimas décadas parecen ser, en manos de varios autores que se posicionan desde su etnicidad, “papas calientes” o acertijos irresolubles. En ello relucen los problemas de la formación fallida de una intelectualidad “india”. No de intelectuales como individuos que flotan por aquí y por allá, […]

22 de abril de 2025

Los cambios que ha vivido el país en las dos últimas décadas parecen ser, en manos de varios autores que se posicionan desde su etnicidad, “papas calientes” o acertijos irresolubles. En ello relucen los problemas de la formación fallida de una intelectualidad “india”. No de intelectuales como individuos que flotan por aquí y por allá, sino de agentes que, entre “acciones y reacciones mutuas”, generan movimiento de ideas. Pero, en este caso, incluso existen autores que publicaron “cualquier cosa” solo por el hecho de ser considerados “intelectuales” y así “no quedarse atrás”.

Algunos rasgos de varios de estos autores “indios” son, como lo fueron ayer, la búsqueda tormentosa de autenticidad y el ignorar el trabajo de otro “hermano” o tenerlo presente solo para descalificarlo. Más que preocuparse por entender lo que fue pasando, se ocuparon en buscar algo único, algo propio que justifique “nuestra identidad”. Este afán identitario, con sus embrollos de originalidad o autenticidad, terminó siendo autolimitante, pues empujaba a elegir únicamente aquello que fuera considerado, muchas veces solo por prejuicios, ancestral y “originario”. Entonces, lo que no tuviera ese carácter no podía ser digno de alimentar el “pensamiento propio”. Desde luego, esto afectaba las cuestiones prácticas, pues se creía que solo sería posible alcanzar objetivos políticos mediante la “ideología verdadera de nuestros ancestros”, ya que solo ella permitiría llevar adelante una práctica acorde a nuestra identidad.

Por otra parte, el racismo también fue algo constantemente aludido entre estos autores, aunque con un énfasis mayor en la denuncia que en la explicación. Asumiéndose como parte de una población que ha sido discriminada “desde hace quinientos años” y que esa población ha interiorizado un rechazo a lo propio a sí mismo, se le ha puesto más énfasis a la imputación y a tratar de levantar el “orgullo étnico”.

Antes como ahora, fue poco habitual que entre estos autores se dieran intercambio de ideas de manera argumentada o, en el mejor de los casos, simplemente se tomaba por conveniencia aquello planteado por algún aliado circunstancial. Esto ha incidido negativamente, pues la fuerza de los argumentos que uno puede desarrollar está relacionada también a la calidad de los rivales que uno escoge. Si se toman simplemente las ideas que halagan y se dejan de lado otras lecturas “incomodas”, entonces los planteamientos que se vayan a formar serán débiles.

Claro que puede ser cómodo escoger rivales que no implican mucho esfuerzo o que simplemente sirven para validarse uno mismo. Sin embargo, el verdadero desafío que permite madurar ideas es el explorar lo que piensan otros, tratando de comprender seriamente lo que sostienen y desde ahí, desde su propia coherencia (no desde la descalificación), identificar sus limitaciones, sus fortalezas y, desde luego, aprender. Esto, lamentablemente, ha sido algo ausente en varios casos de la producción de la “intelectualidad india”.

Hoy, las herramientas conceptuales que estos autores formaron en ese tipo trayectoria se muestran inútiles. La búsqueda de autenticidad y la mera denuncia del racismo son piedras en el camino. En encierro en sectas “indias” para ratificar ciertas creencias solo conduce al fracaso. Los tiempos han cambiado y si esta “intelectualidad india” no lo asume, simplemente será una anécdota étnica más en la historia reciente.

Por Carlos Macusaya
es miembro del grupo Jichha.

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