¿Qué es la guerra biológica?
En la guerra biológica se emplean agentes de este tipo capaces de esparcir enfermedades infecciosas, incapacitar o provocar muertes. El uso de estas armas está prohibido, pero su amenaza sigue latente
![Miembros del 46º Equipo de Apoyo Civil de la Guardia Nacional de Alabama entrenando para un escenario de guerra química y biológica en 2014. Fuente US Army](/wp-content/uploads/2024/10/Miembros-del-46o-Equipo-de-Apoyo-Civil-de-la-Guardia-Nacional-de-Alabama-entrenando-para-un-escenario-de-guerra-quimica-y-biologica-en-2014.-Fuente-US-Army-780x470.webp)
25 de octubre de 2024
La guerra biológica es aquella donde se usan agentes biológicos como arma. Estas esparcen organismos o toxinas que pueden causar enfermedades infecciosas, incapacitar o provocar muertes de personas, animales y plantas. Los ejemplos de guerra biológica se remontan hasta la Antigüedad, y ganaron relevancia con las guerras mundiales en el siglo XX. La capacidad destructiva de estas armas llevó a prohibirlas en tratados internacionales, pero Estados y terroristas después han buscado desarrollarlas.
Las armas de la guerra biológica tienen dos componentes: un agente y un mecanismo de diseminación. Un agente biológico puede ser un organismo en forma de bacteria, virus o parásito, como el virus de la viruela, la bacteria de la peste o una toxina capaz de dañar la salud de un ser humano, como la del botulismo. El mecanismo de diseminación es cómo el agente ataca a la víctima. Hay tres vías para diseminar el agente: aerosoles (respirar o absorción por la piel), vectores (inyección) o contaminar alimentos y agua potable. Para conseguirlo se han usado desde cartas hasta misiles. En cualquier caso, la guerra biológica es especialmente destructiva porque puede tener consecuencias letales tiempo después de su empleo.
De animales infectados a experimentar en laboratorios
Los primeros registros de guerras biológicas se remontan a textos hititas de los siglos XVI-XIII a. C. Este pueblo ubicado principalmente en Anatolia, actual Turquía, aprovechó como arma una enfermedad que puede contagiarse de animales a humanos, después conocida como tularemia. Ya en 1346, con ejemplos de epidemias anteriores, los cadáveres de soldados mongoles que morían por la peste bubónica eran lanzados como parte del asedio sobre Caffa, actual Feodosia, en Crimea. Aparte de afectar a la población, se ha especulado como una causa detrás de la llegada de la peste negra a Europa.
Los avances científicos en el siglo XIX para estudiar los microorganismos, y los tecnológicos y militares en el XX permitieron desarrollar armas biológicas a mayor escala. El primer uso sistemático fue de Japón en la Segunda Guerra Mundial. El Escuadrón 731 del Ejército estuvo a cargo de probar la guerra biológica: llevó a cabo experimentos, lanzó pulgas contaminadas con peste y contaminó ríos con el patógeno de la fiebre tifoidea, en especial contra la población china y las tropas soviéticas.
Tras la guerra, Estados Unidos, el Reino Unido y Canadá iniciaron programas de armas biológicas en vista del caso de Japón y de la sospecha de que Alemania también las poseía. Washington incluso desestimó que el jefe del Escuadrón 731 japonés rindiera cuentas en los Juicios de Tokio a cambio de la información sobre su programa. En la Guerra Fría, Estados Unidos llevó a cabo experimentos médicos en Fort Detrick de 1954 a 1973. La URSS, por su parte, creó en los años setenta la agencia Biopreparat, una red de laboratorios para probar armas de cara a la guerra biológica.
La guerra biológica está prohibida, pero sigue presente
El Protocolo de Ginebra firmado en 1925 prohibió el uso de armas biológicas y, por ende, la guerra biológica. Sin embargo, no prohibía fabricarlas, almacenarlas o transferirlas, lo que llevó a distintos países a seguir desarrollando estas armas. Aunque en la Guerra Fría el foco estuvo en las armas nucleares, también hubo esfuerzos para prohibir y erradicar las biológicas. La ONU clasificó las letales como “arma de destrucción masiva” en 1948, y en 1972 se firmó la Convención sobre Armas Biológicas.
No obstante, la amenaza de una guerra biológica ha sido más latente desde grupos extremistas o terroristas que de un conflicto entre Estados. Tras los atentados del 11S, por ejemplo, cinco sobres que contenían ántrax fueron enviados a miembros del Senado de Estados Unidos. También se sospecha que grupos yihadistas como Al Qaeda o Dáesh han buscado o conseguido armas biológicas. Aun así, enfrentan el difícil acceso a instalaciones o a la tecnología necesaria para fabricarlas y usarlas.