No, Hitler no era comunista
Algunos han calificado a Adolf Hitler de comunista ya que el nazismo se oponía al liberalismo y apelaba a las masas. También ha sido descrito como socialista por la inclusión de este término en su ideología. Sin embargo, sus posturas y políticas fueron contrarias a ambas doctrinas

10 de febrero de 2025
Adolf Hitler no era comunista. El nacionalsocialismo o nazismo como ideología era contrario al comunismo: así lo planteó el propio führer alemán en distintas ocasiones. El nazismo y Hitler también buscaron arrebatarle al marxismo el término y el significado del socialismo para favorecer su proyecto nacionalista. En esa línea, el régimen nazi en Alemania (1933-1945) persiguió y mató a miles de personas que defendían las corrientes comunistas y socialistas.
Oposición ideológica
El nazismo surgió tras la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial. Con el Tratado de Versalles de 1918, Alemania tuvo que entregar territorios, desarmarse y pagar una deuda millonaria. Todo ello llevó a la incipiente República de Weimar al borde del colapso político y social y a una crisis económica que aceleró el descontento. Ese ambiente propició el auge de movimientos extremistas, como el del Partido Obrero Alemán, rebautizado en 1920 como Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Liderado por Hitler, el Partido Nazi propugnaba una ideología que combinaba ultranacionalismo, militarismo, racismo o pangermanismo, entre otras posturas, así como el antisemitismo y el anticomunismo.
Precisamente, una clave ideológica del nazismo fue el anticomunismo. El descontento de posguerra también había aupado el fascismo en Italia, y junto con la Revolución rusa y el auge de la Unión Soviética impulsaron el comunismo en Europa. En ese contexto, los nazis se alinearon con el fascismo y se opusieron al comunismo como aglutinador de las masas. El comunismo se basa en la lucha de clases y defiende el poder del proletariado y el control estatal de los medios de producción, mientras que el nazismo estaba a favor de la lucha racial, en concreto de la raza aria. Aunque compartían el rechazo a la democracia liberal, el nazismo junto con el fascismo se postuló como tercera vía frente al liberalismo y el comunismo.
Hitler y los nazis tampoco eran socialistas, aunque hubieran adoptado el término. Esto se debió a la idea de resignificarlo y al objetivo de ganarse a la clase obrera. El socialismo era entonces una corriente popular, pero los nazis se oponían a su concepción marxista, con características como el internacionalismo y la lucha de clases. En cambio, proponían una visión corporativa del Estado que subordinaba al individuo, pero buscando la armonía de clases, e implicaba una política capitalista con fines nacionalistas y conservadores. De ese modo, los nazis consiguieron apoyos tanto en las clases altas y medias como en las populares, alejando a los trabajadores de las corrientes comunistas y socialdemócratas.
De hecho, Hitler consideraba que los males de Alemania eran culpa de los judíos, los comunistas y los socialdemócratas. En su libro Mi Lucha considera que el marxismo —base teórica del comunismo y del socialismo— era un enemigo para el país y que el objetivo de la corriente nacionalsocialista era convertir a los comunistas. Además, durante el juicio del putsch de Múnich, un intento de golpe de Estado en 1923, Hitler aseguró que el problema para resolver el futuro de Alemania residía en acabar con el marxismo.
Hitler contra los comunistas
El anticomunismo de Hitler se reflejó en sus políticas y su represión. El Tercer Reich, implantado en 1933, mató a decenas de miles de personas por su ideología, muchos de ellos socialistas y comunistas. También prohibió el Partido Comunista, el Partido Socialdemócrata y el resto de formaciones, y ese mismo año construyó el primer campo de concentración, donde los primeros cien presos fueron comunistas. Además, los nazis persiguieron y asesinaron a copartidarios socialistas que defendían la redistribución de la riqueza y se oponían a la burguesía capitalista, ya que Hitler buscaba someter al capitalismo a los intereses del Estado y usaba el socialismo como propaganda. De hecho, el régimen suprimió los sindicatos y dejó únicamente la agrupación nazi, el Frente Alemán del Trabajo, en línea con el nuevo unipartidismo.
Los nazis, no obstante, sí intervinieron en la economía alemana, pero fue una intervención centrada en grandes empresas que le dieron su apoyo. El intervencionismo también se debió al contexto de la época: los años treinta estuvieron marcados por la Gran Depresión, la crisis financiera a raíz del crac del 29 en la Bolsa de Nueva York. Este panorama exigía una intervención estatal en los mercados para salvar la economía de libre mercado. Las medidas intervencionistas y proteccionistas también se implantaron en otros países, como Estados Unidos, y normalmente en consenso con la propia industria.
Hitler, por último, luchó contra el comunismo más allá de las fronteras de Alemania. En 1936, firmó junto a Japón el Acuerdo contra la Internacional Comunista o Pacto Anticomunista. El objetivo era formar una alianza contra la amenaza que suponía para ambos territorios la ideología de la Unión Soviética. Bajo el mismo argumento, en julio de 1941, el Ejército nazi invadió la Unión Soviética en la operación Barbarroja.
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