Aunque faltan dos años para las elecciones 2025, se ha iniciado en el país, con ruidosa especulación precoz, la reciclada guerra sucia contra el padrón electoral. No es nada nuevo. Esta guerra de trinchera, asentada en mitos, lleva casi dos décadas. Y se activa en cada elección o referéndum para golpear la legitimidad del proceso y, claro, desconocer por anticipado el resultado. Manual obliga, hoy Manuel opera.
Hubo un tiempo, ah, democracia (im)pactada, en que el viejo registro electoral no era objeto de sospecha. En el pasanaku de las coaliciones multipartidarias, los actores relevantes asumían/suponían que el padrón estaba bien. No importaba que fuera de lejos más vulnerable y menos incluyente que el actual sistema biométrico. El padrón se convirtió en problema cuando, desde 2005, el MNR y ADN (en comparsa con el MIR) dejaron de ganar elecciones.
El momento más intenso de guerra sucia contra el padrón fue en el revocatorio de 2008. De pronto algunos opositores y sus operadores mediáticos descubrieron que el padrón estaba “inflado” y “contaminado”. No les cabía que el presidente Morales fuese ratificado con el 67% de votos. Algo andaba mal. Con la paradoja-cinismo de que el mismo padrón estaba “limpio” en el voto ratificatorio de los prefectos de la Media Luna.
El viejo padrón se despidió en 2009 en el referéndum aprobatorio de la nueva Constitución. Para las elecciones de ese año se asumió el reto de un padrón electoral biométrico (PEB). Fue un gran salto. Más allá de razones de seguridad y transparencia, el PEB disminuyó notablemente el subregistro preexistente. El incuestionable resultado de las urnas sacó de escena al padrón. Duró poco. Pronto volvió la guerra sucia: “padrón biométrico inflado y contaminado”. Ufa.
Hoy los profesionales de la falacia, como el Conade, exigen un nuevo padrón. Quieren una “auditoría forense” al actual “padrón sucio”. Y sueñan con recibir una copia de la base de datos. Su cabecilla, un tal Manuel, habla de “tres fraudes consecutivos” (2019, 2020, 2021) (sic). Y, con gran ignorancia, confunde registro cívico con padrón electoral, cree que el sistema de resultados preliminares es un conteo rápido y sospecha del “Sirece” (en realidad Serecí).
En 2007, los mejores expertos de la región, al amparo de la OEA, hicieron una auditoría integral al padrón boliviano. Certificaron que es confiable. En esto, los guerreros anti-Padrón no le creen al equipo de Almagro. El TSE, que aún no actualiza la plataforma biométrica, busca una nueva auditoría con apoyo de la Unión Europea. No está mal. Igual nada será suficiente (incluido un nuevo padrón) mientras la confianza no dependa del padrón en sí mismo, sino de quiénes pierden las elecciones.
FadoCracia cancelatoria
1. Aún conservo como divisa el consejo enorme que me regaló la amiga Dinorah en México, hace dos décadas: “hay que cancelar la postergación”. Eran tiempos de resistencia. 2. Pese a mi doctorado en procrastinación, creo haber puesto mi mejor voluntad y esfuerzo en cancelar la postergación de algunos mínimos innegociables. Navegar, por ejemplo. Mantener mis principios. Vivir dignamente. Seguir siendo. 3. Trato también de no postergar cosas esenciales, como los abrazos, el espíritu de comuna, la melancolía. 4. Hoy mi principal batalla cancelatoria, desde el espléndido Nido, es demorar la llegada de la senectud. 5. Que la muerte saramaguiana, esa, se enamore del violonchelista, lo menos, los siguientes 25 años. Y se distraiga, se olvide de matar(me). 6. Claro que no es cuestión de durabilidad. Entre tanta renuncia, me reservo el derecho de “misión”. Aquí sigo, aunque hoy izquierdas se diga en plural y revolución se escriba con minúscula. 7. En tales andamios, me he recetado palabras, duraznos, tatuajes, puentes, Maga.
José Luis Exeni Rodríguez – Politólogo.