Estimaciones del mercado del vino, ante el cambio climático
Si se supera un aumento de 2 ºC, el 90% de las regiones vitivinícolas tradicionales de Europa pueden tener una gran pérdida de idoneidad para fines de siglo debido a una sequía excesiva y olas de calor más frecuentes mientras que en el cono sur de América también se buscan soluciones.
12 de mayo de 2024
La geografía del vino está cambiando y cambiará mucho más en los próximos años en hasta el 70% de las zonas de cultivo y producción actuales por los efectos que tienen el aumento de las temperaturas y la alteración de las precipitaciones en el rendimiento de la uva, su composición en momento de la cosecha y la calidad del vino resultante. Esta es la principal conclusión de un nuevo estudio sobre el impacto del cambio climático en la viticultura mundial llevado a cabo por investigadores de las universidades de Burdeos (Francia) y Palermo (Italia).
En el caso de que el aumento de las temperaturas sea superior a los 2 ºC, «el 90% de las regiones vitivinícolas tradicionales costeras y de tierras bajas de España, Italia, Grecia y el sur de California podrían enfrentar una gran pérdida de idoneidad [haciendo imposible la producción de vino de primera calidad] para finales de este siglo debido a una sequía excesiva y olas de calor más frecuentes», advierten los autores de este estudio.
En el apartado de regiones potencialmente beneficiadas por las nuevas condiciones climáticas, los autores señalan que «entre el 11% y el 25% de las regiones vitivinícolas existentes podrían experimentar una mayor producción; como los estados de Washington y Oregón (en Estados Unidos), Tasmania o el norte de Francia». Además, «podrían surgir nuevas áreas adecuadas en latitudes y altitudes más altas, por ejemplo, el sur del Reino Unido», dependiendo, no obstante, del nivel de aumento de temperaturas, señalan los autores.
Revisión detallada
Los efectos del calentamiento global en el sector vitivinícola están siendo estudiado desde hace años y en algunos casos se están aplicando ya adaptaciones de los cultivos a las nuevas condiciones. El trabajo que se presenta, publicado el 26 de marzo en la revista Nature Reviews Earth & Environment, destaca por ser la mayor recopilación de datos y escenarios de futuro para todas las regiones de producción de vino del mundo.
Además, el equipo que firma este estudio, liderado por Cornelis van Leeuwen, profesor de viticultura y jefe de departamento en la Bordeaux Sciences Agro, señala también las zonas del planeta en las que, debido a las nuevas condiciones climáticas, podría expandirse la viticultura y propone un seguimiento detallado de «los impactos en los ecosistemas naturales y la biodiversidad para poder mitigar cualquier impacto negativo».
El futuro de la viña en Europa
El nuevo estudio dedica buena parte de su análisis en las condiciones actuales y futuras en Europa.
La combinación del aumento de las temperaturas y la reducción de las precipitaciones provocará un grave riesgo de sequía en el sur de la península ibérica, sur de Francia, España mediterránea, valle del Po y costa norte de Italia, Balcanes y suroeste del Mar Negro, detalla el estudio. En estas zonas, las olas de calor y la escasez de agua «podrían hacer insostenible cualquier proyecto extensivo, incrementando el riego de que los cultivos pierdan idoneidad, es decir, no se consiga producir vino de alta calidad».
Además, las condiciones más cálidas y una mayor exposición a las radiaciones solares (quemaduras en las hojas y la vid) afectan negativamente tanto al rendimiento como a la calidad del vino en estas zonas. «En escenarios de calentamiento severo [más de 2 ºC de aumento], la mayoría de las regiones mediterráneas por debajo de los 45° N podrían convertirse en climáticamente inadecuadas para la producción de vino y viñedos, y la única alternativa en estas zonas serían los viñedos a mayor altitud». Los autores calculan, no obstante, que «solo una pequeña porción de esta pérdida (menos del 20%) puede ser potencialmente compensada con el desplazamiento de los viñedos hacia zonas montañosas».
También para escenarios de calentamiento severos, los autores indican que «es probable que sea necesario hacer una transición a variedades de uva de maduración más tardía en estas regiones». Por el contrario, se espera que Galicia, el norte de los Balcanes y, en general, las zonas por encima de los 46° N se beneficien del calentamiento, al menos para niveles limitados de aumento de temperatura. A considerar también que, en algunos de estos casos, la brotación temprana podría aumentar el riesgo de heladas primaverales.
En el conjunto de Europa, se espera que nuevas regiones vitivinícolas se expandan hacia el norte, especialmente a lo largo del sector Atlántico, lo que resulta en un aumento neto de zonas climáticamente adecuadas en Europa hasta en un 60%. Aunque, como reconocen los autores, esta expansión es puramente teórica y se refiere únicamente a las condiciones climáticas, sin considerar la calidad del suelo, el uso preexistente de la tierra y otros factores cruciales para el establecimiento de nuevos viñedos.
Poniendo en contexto el nuevo estudio, Javier Martín-Vide, climatólogo y catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona [experto que no ha participado en la elaboración del nuevo estudio pero conoce sus resultados], recuerda que «el aumento de la temperatura del aire en la cuenca del Mediterráneo ha alcanzado ya 1,5 ºC respecto a la temperatura media de la segunda mitad del siglo XIX, mientras que a nivel global se sitúa en 1,2ºC, por lo que la cuenca es un hot spot, una región especialmente sensible al calentamiento».
Respecto a los datos ahora presentados, Martín-Vide, indica a La Vanguardia que «sin duda, el calentamiento afectará al cultivo de la vid, como a otros cultivos, especialmente, como cita el artículo, por el impacto negativo de las olas de calor, cada vez más frecuentes, intensas y duraderas, y por las sequías, en aumento».
Jaque en América Latina
«La escasez de agua ha provocado que mucha gente decida cambiar su cosecha», comenta a DW Elina Carbonell, viticultora y propietaria de la viña Lugarejo, en la provincia de Colchagua, Chile. «Muchos están emigrando de la viticultura a otros sectores», comenta.
La industria vitivinícola chilena representa un 0,5 por ciento del producto interno bruto (PIB) nacional, según datos del Gobierno del país latinoamericano, además de encabezar la clasificación de exportaciones de toda América Latina, prácticamente a la par con su vecino, Argentina. Los cambios en el clima, sin embargo, podrían poner en riesgo el sector.
Incendios como el que afectó en 2017 la zona centro-sur de Chile y las sequías, cada vez más agudas, están desplazando las zonas fértiles, según destacó el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de Naciones Unidas, algo que está teniendo sus consecuencias en las condiciones de las viñas.
En Argentina, ha habido heladas y sequías que han afectado a regiones vitivinícolas como Mendoza, a unos 1.000 kilómetros al oeste de Buenos Aires, una zona que encabeza el volumen de mercado interno de este licor.
«La temperatura anual sube, la uva madura antes, la vendimia se adelanta, así que la nueva norma exige adaptación”, dice a DW Florencia Fontanarossa, empresaria argentina instalada en Berlín, Alemania. «Hay bodegas que han perdido producción por estos acontecimientos tan extremos”, señala.
De hecho, la producción anual en el caso de Mendoza disminuyó un 14 por ciento en el 2022 con respecto al año anterior. Entre las causas, el Gobierno argentino destacó las heladas tardías durante octubre y las tormentas con granizo producidas entre diciembre y febrero de ese mismo año.
Por otro lado, algunos viticultores están abriendo otras líneas de negocio. En el caso de Carbonell, con una viña familiar y una línea de vinos de autor, el enoturismo le permite recibir turistas extranjeros que, por lo general, están muy interesados en todo el proceso de una bodega más pequeña. A los efectos del clima, hay que sumar el bajo coste de la uva chilena, lo que ha llevado a algunos productores a cambiar de sector y sustituir los viñedos por la producción de pinos o eucaliptus.
Adaptarse al cambio
Recogiendo algunas de las propuestas del nuevo estudio, Martín-Vide considera que «es evidente que habrá que adaptarse a los nuevos escenarios que, en España, coinciden en un aumento térmico claro y una tendencia a la reducción de la lluvia, cultivando las especies mejor adaptadas al creciente estrés térmico e hídrico, variando las técnicas de cultivo, etc». «En algunos casos, avanzado el siglo y si no cambian mucho las cosas, quizá habrá que abandonar algunas comarcas vitivinícolas tradicionales, para ganar altitud, como ya están haciendo, modélicamente, ciertas bodegas españolas y catalanas. Al respecto, la mayoría de los vitivinicultores españoles tienen un gran conocimiento sobre esta nueva realidad».
Finalmente, la vid, como otros cultivos, se resienten, en especial, cuando se producen lo que recientemente se han denominado episodios compuestos cálidos y secos (compound hot-dry events), es decir, la coincidencia en el tiempo de olas de calor durante períodos de sequía, como ha ocurrido en España en los últimos veranos. «Los impactos negativos en el agro de este riesgo climático son más lesivos que la suma de los efectos negativos de olas de calor y sequías cuando no coinciden en el tiempo. Habrá que estar preparados ante el previsible aumento de estos episodios compuestos cálidos y secos», concluye Javier Martín-Vide.
Tarija sigue de cerca la experiencia argentina
Tarija es el principal productor de uva y vino del país con más de 2.000 hectáreas cultivadas, sin embargo, los estudios sobre el impacto del cambio climático en el país son escasos para Bolivia y el Ministerio tampoco ha profundizado por sectores, por lo que la industria local sigue de cerca las reflexiones en el país vecino de Argentina para tratar de tomar las medidas necesarias.
Entre los numerosos desafíos que deberá atender el sector del vino identificados en ese país figuran la búsqueda de variedades más resistentes al calor y a la falta de agua; inversiones más fuertes en tecnología; cambios en las prácticas agronómicas y enológicas y la búsqueda de nuevas áreas, especialmente en altura, donde se puedan obtener vinos más frescos y con bajos niveles de alcohol, en línea con la demanda actual de los consumidores. Esto, claro, en detrimento de otras zonas a nivel mundial que dejarán de ser óptimas para la producción vitivinícola. Tarija tiene condiciones de altura, sin embargo, el calor se está extremando.
Hervé Hannin, director de Desarrollo del Instituto de Estudios Avanzados de la Viña y el Vino de Montpellier, advirtió que la temperatura global se incrementará 2 grados en promedio para el 2050, si bien los expertos trabajan con escenarios más extremos.
Como consecuencia de esto, se prevé un deterioro acelerado de la calidad de los vinos en aquellas zonas productoras que hoy son más cálidas, trayendo como consecuencia vinos cada vez menos frescos, menos complejos y más alcohólicos.
Según reporte del país vecino, en los últimos cinco años, casi 6 de cada 10 productores experimentaron una reducción de los rendimientos debido a factores climáticos. Además, el 50% sufrió problemas como el estrés hídrico por escasez de agua, mientras que un 46% advirtió que notó una reducción de la ventana de cosecha por la maduración acelerada de las uvas, ocasionando además un problema logístico para productores y bodegas.
Frente a estos datos, Loose consideró que «las bodegas están ante un doble problema: no solo tienen el desafío de enfrentar el cambio climático sino que se deben adaptar a este nuevo estilo cada vez más demandado» de vinos frescos y ligeros.
¿Y qué están haciendo las bodegas para hacer frente al problema del cambio climático? Un 22% de los productores ya tuvieron la necesidad de apelar a otras variedades de uvas más resistentes.
Y es en este contexto en el que, en el caso de la Argentina, correr la frontera vitivinícola hacia regiones más al sur o avanzar hacia terroirs más elevados se están volviendo estrategias cada vez más tenidas en cuenta por la industria, algo que también podría suceder en Bolivia, buscando tierras más idóneas hacia el altiplano.
Joaquin Helcaho