Del éxito de vivir separados
Al igual que Javier Marías y Carme López, hay quienes optan por tener relaciones a distancia o vivir separados de sus parejas. Ya sea que se deba a obligaciones laborales o a una decisión personal, este tipo de arreglo parece servirles a estas personas para mantener vivo el amor.
6 de septiembre de 2024
«Se nos rompió el amor», dice la letra de la canción de Vinícius Junior cantada por Rocío Jurado en 1985. El amor se rompe en muchos casos por el propio desgaste del trato, de la intimidad, de la interacción diaria. «La confianza da asco», afirma la sabiduría popular. El trato cercano y prolongado entre dos personas, a menudo en el caso de una pareja, puede crear un rechazo nocivo para la relación que aspiran a mantener.
Es por ello que muchas parejas deciden prescindir de una vida en común, al menos en la generalidad de sus días. No es raro encontrarse con relaciones sentimentales entre personas que viven cada cual en su hogar respectivo o en su respectiva ciudad. Hay que decir que suele tratarse de personas maduras que ya han vivido la experiencia de convivir en un mismo hogar. Y, como suele decir la tradición, «sabe más el diablo por viejo que por diablo».
El hecho de vivir bajo un mismo techo con la persona de la que uno está enamorado representa una experiencia que toda persona habría de tener, aunque fuese solo por el hecho de conocer diversos aspectos de una vida en potencia. Pero lo cierto es que la belleza de dicha práctica frecuentemente se ve enturbiada por el «asco» –por usar el mismo término– que genera la excesiva confianza. Quienes saben esto (generalmente, por propia experiencia) prefieren vivir independientemente de sus parejas. Este tipo de decisión puede ser fruto, también, de una necesidad de autonomía por parte de cierto tipo de personas. En otros casos, es producto de la necesidad: uno se ve llevado a vivir a distancia por sus obligaciones profesionales, que atan a cada cual a una determinada ciudad o región.
Javier Marías decía que en una relación a distancia «es más difícil cansarse el uno del otro y hay tiempo para echar de menos»
Hay casos paradigmáticos de personas reconocidas que han optado por ese amor en la distancia. Un ejemplo llamativo es el del fallecido novelista Javier Marías. Este comentó a The New York Times que tenía una relación atípica: su mujer vivía en Barcelona y el en Madrid, por lo que ambos «pasaban de dos a tres semanas juntos y de cuatro a cinco separados». Se dice que Marías tuvo varias relaciones anteriores a distancia, con mujeres que vivían en otras ciudades, o incluso en el extranjero. Por lo visto, él estaba encantado con este arreglo, pues así «es más difícil cansarse el uno del otro y hay tiempo para echar de menos», decía.
El cantante Michael Bublé tuvo, en su caso, una relación con Luisana Lopilato, al parecer con éxito, mientras él vivía en Canadá y ella en Argentina. También Cristiano Ronaldo tuvo de novia a Irina Shayk, mientras vivían separados. Este tipo de situaciones son típicas en las celebridades, que se ven obligadas a viajar y vivir en lugares diversos a lo largo del año. Don Henley, de los Eagles, tuvo en los años 70 una relación con Stevie Nicks, de Fleetwood Mac. Mientras ambos estaban de gira, enviaba un pequeño jet privado de color rojo a buscar a Nicks para que esta fuese a hacerle compañía entre conciertos.
A pesar de que este formato de relación tiene sus ventajas, cuenta también con sus inconvenientes. Como se dice en Latinoamérica, «amor de lejos, felices los cuatro». Esto nos recuerda a una famosa canción de Maluma. Se entiende que cuando dos novios viven en ciudades o países diferentes, cada cual tendrá en sus respectivos mundos alguien «significativo» con quien compartir su intimidad sentimental y sexual, y realmente estaríamos hablando de un arreglo de cuatro personas vinculadas sentimentalmente unas con otras. En este caso, no estaríamos hablando de una relación a distancia verdaderamente comprometida, sino de una especie de poliamor, un poliamor que es en verdad más viejo que Carracuca.
Por último, haremos referencia a una de las bondades del amor a distancia: el hecho de que favorece la armonía sexual. Es preferible establecer una distancia entre dos personas para que sus encuentros sexuales (si es que los tienen) sean más satisfactorios. Al respecto ofreceré el ejemplo del presidente Coolidge, quien gobernó Estados Unidos de 1923 a 1929. Dicho representante político, sin embargo, es conocido casi exclusivamente por dotar de nombre a un conocido fenómeno biológico.
Se dice que cuando el presidente fue a visitar una granja con su mujer, esta hizo un tour de la misma previo a la llegada de su marido. Cuando el guía mostró a la primera dama el gallinero, en el que un gallo mantenía relaciones sexuales catorce veces al día, la mujer añadió: «Digáselo usted al señor Coolidge». Cuando le llegó su turno al presidente, el guía le comunicó lo siguiente: «Su mujer me ha dicho que le diga que ese gallo mantiene relaciones sexuales catorce veces al día». «¿Con cuántas gallinas?», preguntó Coolidge. «Con catorce gallinas distintas». «Dígale eso a la señora Coolidge».
Cuando, de nuevo, Rocío Jurado canta que «hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo», esto se debe, qué duda cabe, al efecto Coolidge. Y, aunque uno tenga una relación monógama, la distancia a la hora de relacionarse íntimamente solo puede servir para potenciar la intensidad del encuentro sexual.