
Mientras el fútbol boliviano pasa de las malas noticias a las peores, bolivianas y bolivianos destacados han llenado el calendario deportivo de agosto con un triunfo tras otro. Giselle Mollinedo logró el oro en categoría seniors en tiro con arco en la ciudad de Buenos Aires; Sol Sandóval logró la medalla de plata en la categoría 16-17 años en el Panamericano de Karate en Santiago de Chile; en el mismo evento, Leonardo Vargas subió al podio en la categoría 12-13 años y ganó el bronce. Luis Monroy trajo el oro en tiro con arco desde Río de Janeiro. Y hay más: el club Fénix de Quillacollo ganó plata en la disciplina de patinaje en el Open de Santiago de Chile y Wara Huanacuni ganó cinco medallas en el Panamericano de Wushu.
Para sellar agosto con broche de oro, Héctor Garibay nos trajo la medalla de oro en maratón, desde la ciudad de México. La historia de Garibay es relativamente conocida; un destacado deportista que ya tiene marcas internacionales y que trabaja de taxista porque su principal pasión no es rentable en nuestro país. A favor de la Gobernación de Oruro, hay que reconocer que apoyó al atleta antes de que sea famoso.
Junto con Garibay es de destacar la historia de superación de su entrenadora Nemia Coca, una extraordinaria mujer que compitió representando a Bolivia en Estados Unidos, Puerto Rico, en la carrera de San Silvestre en Brasil y que aún ostenta la mejor marca de la media maratón del oriente, imbatible desde la década de 1980.
Volviendo a Garibay; como es natural, al ser un compatriota boliviano el que hizo noticia a nivel internacional, todos los bolivianos y bolivianas quisimos sentirnos parte de esa victoria y —por qué no— muchos aprovecharon para posar en la foto con el campeón, dejando un tufillo a oportunismo que no se les sintió con otros deportistas menos mediáticos.
Encuentro algunos elementos comunes en las historias de superación de nuestras y nuestros compatriotas que triunfaron en torneos internacionales: por ejemplo, el hecho de que se trata de deportes individuales y que son todos deportistas amateurs.
Al tratarse de deportes individuales uno piensa, por ejemplo, que el costo del auspicio se hace más bancable —pagar un pasaje a México sale más económico que pagar 10—. Pero el hecho también indica que se trata de gente con un desarrollo de la entereza de carácter, una determinación a prueba de cualquier adversidad y la fijación mental con una meta. La competición individual también implica que cada atleta reciba una dosis personalizada de atención por parte de su entrenador/a.
Pero si hay tantas bolivianas y bolivianos que destacan como deportistas en disciplinas de competencia individual, siempre queda la duda de por qué eso no se proyecta a los deportes de equipo.
Por otro lado, al ser deportistas amateurs es doblemente destacable la dedicación que estas campeonas y campeones le ponen a la actividad que les apasiona, pues nuestro país no se caracteriza por contar ni con estructura ni con infraestructura de nivel internacional.
El hecho de que no tengamos decenas y decenas de deportistas profesionales —a pesar de que la materia prima abunda— nos señala que hay temas de gestión pública —pero también privada— que hay que encarar para aprovechar la ventaja que podríamos tener.
Amateur —cuya etimología proviene del francés y significa “amador”— dice mucho acerca de la motivación que inspira a tantos talentos que representan a nuestro país tan dignamente. Para ellas y ellos va mi homenaje desde estas páginas.
Pablo Rossell Arce – Economista