Venezuela es un tablero central de la batalla geopolítica global
El politólogo William Serafino habla sobre la probabilidad real de una agresión estadounidense y la percepción del hecho en Venezuela, Estados Unidos y la comunidad internacional
23 de octubre de 2025
illiam Serafino es politólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela y maestrando en historia en el Centro Nacional de Estudios Históricos.Analista atento e informado de la realidad venezolana y de la geopolítica global, nos compartió su mirada y sus previsiones sobre la militarización del Caribe, la situación doméstica en Venezuela y el rol de la comunidad internacional ante una eventual agresión unilateral de los Estados Unidos.
Llevamos ya más de dos meses de un despliegue militar en el Gran Caribe sin antecedentes desde los últimos años de la Guerra Fría. En tu opinión, y atendiendo a lo impredecible que puede ser la administración Trump, ¿se trata de una costosísima operación de guerra psicológica, de los prolegómenos de una intervención militar directa en Venezuela, o de ambas cosas a la vez? ¿Se ha impuesto de manera definitiva la estrategia belicista de Marco Rubio a la orientación negociadora de Richard Grenell o es muy prematuro afirmarlo?
Creo que ninguno de esos elementos son mutuamente excluyentes, pues al mismo tiempo que el despliegue prefigura acciones militares, también su propio desarrollo permite la ejecución de operaciones psicológicas diversas. Sí creo, sin embargo, que había un cálculo en el ala neoconservadora que representa Marco Rubio de que la acumulación militar en el Caribe, por sí misma, iba a generar como resultado defecciones en el alto mando militar e incluso una crisis de gobernabilidad profunda. Al no producirse esto, la operación hoy enfrenta el dilema entre avanzar hacia una escalada riesgosa mediante ataques dentro del territorio venezolano o estancarse con bombardeos ilegales recurrentes a supuestas narcolanchas, lo que trae consigo no solo una mayor oposición en el Congreso, sino una contradicción perceptiva con la propia dimensión cuantitativa del despliegue naval.
El ejército venezolano es uno de los más preparados y mejor armados del continente. Su sistema de defensa antiaéreo tiene una configuración multicapa que protege instalaciones estratégicas, centros urbanos de importancia e instituciones críticas del poder político
Ese dilema, a mi parecer, explica que el choque entre Rubio y Grenell no se haya resuelto del todo, aunque es evidente que el ex-senador de Florida, por su cargo e influencia institucional en el gabinete de Trump, lleva la delantera. Hay un tema de costos y riesgos políticos, que es donde gravita la disputa. Con respecto a una intervención militar directa, Rubio vende la noción de que el derrocamiento de Maduro sería un triunfo geopolítico y económico de amplio calado por el magnate republicano; Grenell, en cambio, ve un alto riesgo de empantanamiento y una acción contradictoria que alejaría al inquilino de la Casa Blanca de su base electoral MAGA, socavando su legado de supuesto “pacificador”. Por ahora, Trump parece satisfecho con arbitrar ese conflicto mientras se decanta por la alternativa que más le convenga.
Venezuela se ha preparado durante años para eventualidades de este tipo, después de enfrentar intentos de ocupación como en la “batalla de los puentes”, así como numerosas incursiones paramilitares como la Operación Gedeón. ¿Con esos antecedentes, cómo estimás las capacidades defensivas del país, de parte de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, pero también de parte de las milicias y del conjunto del tejido organizacional del chavismo?
El ejército venezolano es uno de los más preparados y mejor armados del continente. Su sistema de defensa antiaéreo tiene una configuración multicapa que protege, escalonadamente, mediante sistemas de misiles de corta, mediana y larga distancia, instalaciones estratégicas, centros urbanos de importancia e instituciones críticas del poder político nacional que, al estar integrados desde el punto de vista geográfico y doctrinal, permiten ejercer disuasión y resguardar el orden político frente a una intervención.
En el Pentágono, las evaluaciones deben estar indicando que no hay condiciones propicias para garantizar el éxito de una operación militar dentro del territorio, por más que sea quirúrgica y limitada en términos de blancos y daño proyectado
A su vez, la FANB cuenta con múltiples recursos defensivos estratificados que priorizan la flexibilidad operativa, como por ejemplo una red de lanchas rápidas integradas con misiles modernos para la defensa antibuque y costera. A esto habría que sumarle lo que comentas. Ha habido una gran receptividad y acogida en la convocatoria de alistamiento a la milicia, lo que se traduce en una mayor profundidad estratégica en términos de defensa integral de la nación. Que no se haya producido todavía una escalada catastrófica o un ataque directo creo que tiene que ver con esto que te comento.
En el Pentágono, las evaluaciones deben estar indicando que no hay condiciones propicias para garantizar el éxito de una operación militar dentro del territorio, por más que sea quirúrgica y limitada en términos de blancos y daño proyectado. A eso se puede adjudicar la insistencia en fracturar a la FANB por dentro, puesto que eso permitiría desactivar capacidades defensivas y ampliar el margen de efectividad de un ataque.
Considerando el momento político (ante todo la coyuntura post elecciones presidenciales) y las renovadas turbulencias que se ciernen sobre la economía venezolana merced a las medidas coercitivas unilaterales y a otros factores, ¿con qué ánimo encuentra a la población venezolana, chavista y no chavista, esta amenaza de parte de los Estados Unidos?
Hay un sentimiento general en el que converge la preocupación y la incertidumbre con el escepticismo, lo que está relacionado directamente con una situación económica compleja, donde las amenazas de intervención y la campaña de presión psicológica han contribuido significativamente a socavar el frágil equilibrio cambiario y salarial que había alcanzado el país desde hace dos años. Algunos sondeos hablan de un rechazo mayoritario de la población venezolana a un escenario de guerra con EE.UU., y creo que ese consenso mayoritario de la sociedad expresa los temores de que un conflicto armado agrave un cuadro económico frustrante que afecta, por igual, a la población chavista y no chavista.
Hay una fatiga psicológica y cognitiva importante en el país. Son más de diez años de conflicto intenso, ininterrumpido, con graves consecuencias económicas, sociales y humanas. Creo que amplias franjas de población asocian la amenaza de EE.UU. con un empeoramiento de las condiciones de vida, situación que genera múltiples reacciones: frustración, desinterés, miedo, etc. El principio de la guerra contra Venezuela, de carácter híbrido y difuso, sigue siendo producir el mayor agotamiento posible de la nación venezolana.
Venezuela no es un tablero periférico, sino central, en la batalla global entre el orden unipolar estadounidense en decadencia y el orden multipolar en ascenso
El país ha diversificado enormemente sus relaciones económicas y geopolíticas, sosteniendo en la actualidad estrechos lazos de cooperación económica y militar con potencias como China, Rusia, Irán y otros países emergentes. ¿Crees que estas relaciones pueden por sí mismas tener un efecto disuasorio eficaz para evitar una agresión? ¿Qué rol crees que jugarían China y Rusia en el peor de los escenarios concebibles? ¿Y los mecanismos de integración y concertación política de América Latina y el Caribe?
Creo que efectivamente esas relaciones tienen un rol disuasorio, sin lugar a dudas. Están en juego grandes inversiones, compromisos estratégicos y alianzas a largo plazo que combinan el plano geopolítico con el geoeconómico dentro de la naciente multipolaridad. Venezuela no es un tablero periférico, sino central, en la batalla global entre el orden unipolar estadounidense en decadencia y el orden multipolar en ascenso, no solo por la importancia energética de primer nivel del país, sino por su importancia simbólica y política. Desde Bolívar hasta Chávez, Venezuela es un país que suele influir decisivamente en las tendencias políticas de la región y en sus horizontes geopolíticos e ideológicos.
En el temprano siglo XIX, Caracas encendió la chispa de la emancipación del dominio colonial español. En el siglo XX, fue un estabilizador energético para EE.UU. y una vitrina democrática, en clave representativa, fabricada por Washington para compensar su apoyo y patrocinio hacia las sanguinarias dictaduras del cono sur. En el siglo XXI, la irrupción de Chávez cambió la fisonomía institucional del continente. Creo que estos elementos están presentes en Washington, pero también en Moscú y en Beijing. En el peor de todos los escenarios, es lógico proyectar una fuerte reacción de rechazo de estos aliados que se expresaría en el plano diplomático, multilateral e, incluso, eventualmente, en el militar, dependiendo de la agudización del escenario. Las asociaciones estratégicas de Venezuela con estas potencias comprenden esta área y sería previsible que los compromisos suscritos en dicha materia se intensifiquen, apoyando las capacidades defensivas de Venezuela a través de insumos, inteligencia, equipamientos y otros soportes.
La ausencia de un detonante (un casus belli) explica en buena medida que la operación de amenazas contra Venezuela siga sin concretarse
Desde el ángulo de los mecanismos de integración en el continente, es bastante probable que se plantee un rechazo mayoritario, lo que podría fungir como atenuante a una profundización del conflicto. Soltarle la mano a Venezuela en el peor escenario supondría un error estratégico para Moscú y Beijing, quienes automáticamente pasarían a aceptar, de facto, el disciplinamiento de un Corolario Roosevelt del siglo XXI, perdiendo así influencia en los acontecimientos regionales y en el acceso a recursos energéticos críticos para el desarrollo de sus industrias y empresas.
Hipotetizando, y de darse efectivamente una escalada de las agresiones, ¿crees posible una intervención militar directa (incluso una invasión) o considerás que la modalidad dominante sería de tipo “guerra híbrida”, combinando apoyo logístico, financiero e incluso militar externo con operaciones locales de tipo civil y paramilitar? ¿Crees posible la comisión de alguna operación de falsa bandera para justificar una agresión?
Veo señales, tendencias y cadenas de eventos que indican que Trump no está convencido de exponer al ejército estadounidense en una lógica de combate directo en Venezuela. El riesgo es demasiado alto, lo que no descarta del todo una intervención directa bajo una concepción limitada en cuanto a blancos de ataque y dimensión cualitativa de la propia acción. El escenario de guerra híbrida que comentas siempre ha sido el más atractivo para Washington, por lo barato y los bajos costos político-militares que tiene. De hecho, esta modalidad ha sido la que más han intentado implementar, sin éxito. Y esa posibilidad sigue abierta, pero con el obstáculo de que [Gustavo] Petro gobierna en Colombia, lo que limita las posibilidades de activar una opción de tipo paramilitar utilizando el poroso territorio fronterizo.
Por otro lado, la ausencia de un detonante (un casus belli) explica en buena medida que la operación de amenazas contra Venezuela siga sin concretarse. Ya han buscado configurar operaciones de bandera falsa y han intentado forzar un error de cálculo en el gobierno que sea utilizado como justificación de un ataque “defensivo” por parte de EE.UU. Creo que a medida que crezca la frustración de Washington al no ver resultados tangibles como fracturas en el ejército o desestabilización en el gobierno y el país, mayor será la tentación de buscar un escenario “golfo de Tonkín” en el Caribe.
Empresas como ExxonMobil históricamente han apostado a un cambio de régimen, mientras que Chevron, por ejemplo, ve en un escenario de negociación Caracas-Washington un paso crucial para aumentar su exposición e inversiones rentables
¿Que disposición ves en la sociedad civil estadounidense para acompañar una eventual aventura militar, considerando el discurso “pacificador” de Trump y el movimiento MAGA? ¿Qué rol están jugando los grandes capitales y compañías petroleras a la hora de definir o redefinir la relación entre Estados Unidos y Venezuela?
Diversos sondeos en EE.UU. muestran un amplio rechazo a una intervención militar que ronda el 60%. Incluso en Miami-Dade, condado donde se aglutina la comunidad migrante venezolana más importante en EE.UU., las cifras son similares. La agenda de cambio de régimen, hasta ahora, no está siendo acompañada por la opinión pública norteamericana ni por la sociedad en general. Con respecto al movimiento MAGA, aunque caracterizado por el aislacionismo y una percepción negativa ante las denominadas “guerras eternas”, también es cierto que es una corriente que acompaña acríticamente a Trump en sus planteamientos aun cuando sean contradictorios. Los principios de MAGA no son firmes; se redefinen y cambian periódicamente conforme a la volatilidad y las ambiciones coyunturales de su líder. Es probable que una eventual aventura militar más profunda genere tensiones dentro de esta facción e incluso debilite el rol de “pacificador” del propio Trump, pero también se está demostrando que eso no lo limita a la hora de amenazar a China, Rusia, India o a Irán.
Por el lado de las grandes compañías petroleras, veo que hay un escenario de disputa marcada por intereses contrapuestos. Empresas como ExxonMobil históricamente han apostado a un cambio de régimen, mientras que Chevron, por ejemplo, ve en un escenario de negociación Caracas-Washington un paso crucial para aumentar su exposición e inversiones rentables en la industria petrolera venezolana. Si observas con detalle la dinámica de estos últimos dos meses, te darás cuenta de que el aspecto petrolero ha estado fuera de la narrativa de la campaña de presión, con nulas referencias de Trump, Rubio y otros actores hacia este tema en específico. Creo que esas omisiones responden a cómo las sanciones, las demandas contra el Estado venezolano por las nacionalizaciones, los intereses de los acreedores de la deuda, han enfrentado posiciones e intereses en ese universo, dejando poco espacio para ganancias y beneficios compartidos.
Esto fue visible en las elecciones del 28J, cuando medios como Bloomberg o Financial Times publicaban la apuesta de inversionistas internacionales con exposición en deuda venezolana o intereses en el petróleo en torno a la victoria de Maduro, vista como un impulso de estabilidad y gobernabilidad para la rentabilidad de dichos inversionistas, mientras que otros actores del mercado apostaban a la victoria de la candidatura opositora. Esta polarización de visiones e intereses, de hecho, explica en buena medida las contradicciones a lo interno de la administración Trump, con un Grenell buscando beneficiar a Chevron, mientras Rubio trata de avanzar hacia medidas extremas para posibilitar el despojo de la ExxonMobil en la Guayana Esequiba y posteriormente en la Faja Petrolífera del Orinoco.
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William Serafino




