OpiniónPolítica

La fiesta democrática

23 de octubre de 2025

El resultado de las elecciones del domingo pasado en Bolivia es, de mínima, desolador. Al menos para una parte de la sociedad. Atrás quedó aquella época lejanamente cercana en que el Movimiento al Socialismo, comandado por Evo Morales, tenía el poder absoluto que le permitió hacer una nueva constitución de gran representación popular, nacionalizar los hidrocarburos y el resto de los recursos naturales, asegurar la soberanía alimentaria y mucho más. Y todo por ley que se aprobaba en el congreso donde el MAS tenía dos tercios de diputados y senadores, que trabajaban todos los días del año en unas sesiones llamadas “por tiempo y materia”. O sea, hasta terminar. Se había derrotado a la derecha y sus planes de regalar el país.

Las cifras de desastre de la última elección son dramáticas, no solo para Bolivia, sino para la región. Bolivia tiene ciento treinta diputados y treinta y seis senadores. Hoy, esos escaños se los repartieron entre la derecha y la ultra derecha. El MAS tiene allí un diputado y ningún senador. Eternamente lejos quedó la idea de que el neoliberalismo había sido derrotado para siempre, y a este nuevo espectáculo el Movimiento al Socialismo es poco menos que un colado con una entrada de favor para verlo desde el gallinero.

Recordaba a Pablo Neruda:

“Nixon, Frei y Pinochet
hasta hoy, hasta este amargo
mes de septiembre
del año 1973,
con Bordaberry, Garrastazú
y Banzer, hienas voraces
de nuestra historia, roedores
de las banderas conquistadas
con tanta sangre y tanto fuego,
encharcados en sus haciendas,
depredadores infernales,
sátrapas mil veces vendidos
y vendedores…”

Y extrañamente no hay sorpresa en que uno de los candidatos de la segunda vuelta, es nada mas y nada menos que Tuto Quiroga, ex vicepresidente de Banzer. Tampoco es sorprendente que en Vallegrande -allí donde mataron al Che- hay todavía gente que no dice “Banzer”, sino “mi general Banzer”.

Pero no se llora sobre la leche derramada. El asunto es como se llega a trepar para abajo a esta velocidad. Sin duda que el golpe afectó, pero para llegar a ese día pasaron cosas como la falta de unidad, los malos consejos de los consejeros, no creer en la comunicación apostando a una frase fatal: “la gente sabe, entiende”, dejándole la palabra al enemigo. Ahí es donde se pierde la batalla de la comunicación, que es la forma de perder la batalla cultural y ese es el camino fatal para ser derrotado en la batalla ideológica. Y esto no es teoría. El domingo pasado vimos la prueba irrefutable.

Los pasos siguientes para desarmar el éxito irrefutable de la voluntad popular fueron las desavenencias al interior del Movimiento al Socialismo, entre el líder y el ahijado del líder. Las elecciones posteriores al golpe dejaron un reguero de dudas que había que resolver, pero la primera era decidir, con Evo Morales proscripto, quién sería el candidato. No solo era elegir al candidato a presidente, sino también a vice. El resultado fue el que sabemos. Luis Arce, ex ministro de economía de Evo Morales, acabó siendo presidente de Bolivia. Y ahí comenzó la fase final del desastre. Morales se dedicó a corregirlo públicamente desde la campaña e intentó hacer lo mismo cuando Arce ya había asumido. Y Luis Arce también tiene consejeros, mucho de ellos que pensaban que era mejor un MAS, o una Bolivia, sin Evo. Las internas de los grupos acabaron de envenenar el agua de la que tomaron todos.

Nadie pudo nunca convencer al líder del MAS de hacer un poco de silencio y dejar que Arce hiciera lo que creía que debía hacer. Entonces Arce puso toda su energía en defenderse de Evo, descuidando lo importante. Cualquiera que intentara poner un milímetro de sentido común cayó bajo la furia de los contrincantes. El propio García Linera dijo que “el compañero Evo y Lucho tiene que sentarse y hablar”. La respuesta de Evo Morales no se hizo esperar: “desde hoy tengo un nuevo enemigo”.

Las razones de este resultado electoral son casi infinitas pero puede sintetizarse en dos palabras : internas partidarias. Y esto ya no importa una vez muerto el difunto, porque ahora lo importante es qué va a pasar. La derecha tiene el total del congreso, desde donde se podrá abrir la constitución que tanto costó construir. Esto significa volver a privatizar los recursos naturales, matar las leyes fundamentales, congelar el crecimiento de Bolivia y retrotraer veinte años los derechos y las banderas conquistadas, mas otra suma de calamidades. Lo que los ganadores de las elecciones llaman “la gran fiesta democrática”.

Cuando hace unos años le comentaba a algunos compañeros que me preocupaba la situación de Argentina, me dijeron que no había de que preocuparse, porque “nosotros somos distintos”. Fue cuando recordé a Borges diciendo que “nuestros pueblos son todos iguales. Incluso en eso de creerse distintos”.

Por Fabián Restivo

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