7 de agosto de 2025
La figura de Jorge “Tuto” Quiroga encarna la consolidación de una burguesía tecnocrática boliviana formada en las entrañas del imperialismo norteamericano, alineada con los intereses del capital transnacional y las élites tradicionales durante el auge del neoliberalismo en los años 90 y principios de los 2000. El claro hijito predilecto de la burguesía al servicio de Washington, usado como arma contra su propio pueblo.
En este análisis abordamos un Tuto funcional entre la oligarquía boliviana y el complejo injerencista estadounidense. También explicamos a profundidad sus conexiones con otros líderes de la derecha latinoamericana, incluyendo al Samuelito Doria Medina; su rol en la guerra del agua; y hablaremos, por qué no, de su no-tan-joven y no-tan-innovador candidato a la vicepresidencia Juan Pablo Velasco. Si quieres más contenido como este, suscríbete a nuestro Substack, donde publicaremos boletines detallados directamente en tu correo. ¡Es gratis!
¿Quién es Tuto Quiroga?

Jorge Quiroga, el mejor conocido por Tuto, nació el 5 de mayo de 1960, en Cochabamba. Salió bachiller del colegio La Salle en Santa Cruz y fue enviado por su familia a Estados Unidos para cursar estudios superiores, como buen hijito de papis pudientes. Allí obtuvo el título de Ingeniería Industrial en la Universidad de Texas A&M y, en 1986, una maestría en Administración de Empresas en la Universidad St. Edward’s de Austin. Desde 1981 trabajó para el gigante informático IBM en Texas, su formación lo vinculó tempranamente al capitalismo anglosajón y a la cultura corporativa al ser acogido en el Programa de Entrenamiento de Mercado. En 1988 retornó a Bolivia para incorporarse al sector privado, trabajando en econometría para la empresa minera Mintec y como vicepresidente de Proyectos e Inversión en el Banco Mercantil de Bolivia donde ejerció de vicepresidente de Proyectos e Inversión, antes de entrar en la política y en el servicio público.
Tuto ingresó al partido Acción Democrática Nacionalista (ADN) en 1989, facilitado por Carlos Iturralde Ballivián. Cabe recordar que ADN era el partido del General Banzer Suárez, ex dictador responsable de masacres como la de Tolata (1974) y fue un partido de extrema derecha. En 1990, con 30 años, Jorge “Tuto” Quiroga fue nombrado subsecretario de Inversión Pública en el Ministerio de Planeamiento bajo el gobierno de megacoalición entre el ADN y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). En 1992 ascendió a ministro de Finanzas durante el gobierno de Jaime Paz Zamora (MIR–ADN). Desde ese cargo, representó a Bolivia como gobernador ante el Banco Mundial y el FMI, lideró negociaciones con Estados Unidos para la reducción de la deuda externa y asumió funciones clave como gobernador ante la entonces Corporación Andina de Fomento (CAF) y secretario nacional de Política Social. Todas estas posiciones formaron parte de una arquitectura de subordinación neocolonial diseñada para institucionalizar el ajuste estructural en Bolivia. Durante este periodo, Tuto se casó con la estadounidense Virginia Gillum, quien también trabajaba para IBM y con quien tendría cuatro hijos que, hasta el día de hoy, portan la nacionalidad estadounidense.
Mientras desde la Secretaría de Política Social hablaba de pobreza, que afectaba al 59% de la población en 1992, desde el FMI promovía las mismas políticas que la profundizaban. Esa esquizofrenia institucional fue funcional al capital transnacional, pues ofrecía contención social superficial para evitar la revuelta, mientras se saqueaban los recursos del país mediante privatizaciones, recortes sociales y desregulación. Como director de la CAF, canalizó créditos hacia megaproyectos extractivistas (gas y minería) que beneficiaron a empresas como Enron y Shell, además de favorecer a la burguesía cruceña (CAINCO y la Cámara de Industria), consolidando una alianza entre capital extranjero y élites locales.
La Guerra del Agua, tema que desarrollamos más adelante, fue la prueba definitiva de esto: En 1999, mientras Tuto Quiroga, como vicepresidente, imponía tarifas que consumían el 35% del ingreso de familias pobres (SEMAPA aumentó precios 20% en 1998 y Aguas del Tunari hasta 175%), su Secretaría de Política Social simulaba combatir la pobreza. El modelo, dictado por el Banco Mundial, exigió traspasar USD 100 millones en deudas públicas a la Alcaldía de Cochabamba para hacer ‘atractiva’ la privatización. Así, el agua dejó de ser un derecho para convertirse en mercancía controlada por un consorcio opaco.
Durante sus gestiones en BM, FMI y CAF se aplicó al pie de la letra el manual del Consenso de Washington: recortes a subsidios en alimentos y combustibles, beneficios fiscales para transnacionales, desarticulación de redes comunitarias de supervivencia y criminalización de la protesta social. En paralelo, lideró la privatización a través de la CAF, incrementando la deuda externa y reforzando la dependencia estructural del país frente al capital financiero internacional. Todo esto en coordinación con la embajada de EE.UU., garantizando la primacía de los intereses de las transnacionales por encima de la soberanía del pueblo boliviano.
Tras la victoria electoral del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en 1993, Quiroga retornó al sector privado, pero consolidó su influencia dentro del ADN, siendo designado subjefe nacional del partido y miembro de su Comité Político en 1995.

Para las elecciones generales del 1997, Bánzer lo seleccionó como compañero de fórmula para las elecciones presidenciales del 1 de junio. Tras la victoria con el 22.8% de los votos, Quiroga asumió como vicepresidente el 6 de agosto de 1997. Además, Tuto fue el arquitecto del “Plan Dignidad”, una ofensiva contra el movimiento campesino cocalero que militarizó el Chapare para beneficiar a las petroleras estadounidenses. Este plan no fue una imposición de Washington, sino una oferta voluntaria de Quiroga para congraciarse con el Departamento de Estado. En julio de 1997, Quiroga viajó a Washington junto a Samuel Doria Medina (en ese entonces aliado) para solicitar la participación del MIR en el gobierno de Bánzer, algo que se reveló en el reciente artículo de Ronald McLean (exministro de Bánzer y docente de Harvard). Fue en ese viaje que se presentó el ‘Plan Coca Cero’ para la eliminación total de cocales en el Chapare, como moneda de cambio para que EE.UU. levantara el veto al MIR y devolviera las visas a sus dirigentes. MacLean revela que el mismo Jeffery Sachs (famoso economista neoliberal) advirtió en Boston que el plan ‘convertiría a miles de campesinos en criminales’ y era una ‘pésima idea’ algo que Quiroga y Doria Medina, ignoraron sabiendo perfectamente las consecuencias de la advertencia.
La Guerra del Agua, los fracasos y las alianzas
Su ascenso a la presidencia en 2001 (tras la renuncia de Bánzer, quien enfermó de cáncer) profundizó el saqueo de los recursos naturales, pero su compromiso con el capital transnacional ya estaba grabado en la memoria boliviana tras la Guerra del Agua. Como vicepresidente de Bánzer, Tuto Quiroga avaló la privatización del agua en Cochabamba mediante la Ley 2029 de Servicios de Agua Potable y Alcantarillado Sanitario (octubre de 1999), un marco jurídico calculado para el saqueo. Esta ley otorgó a Aguas del Tunari (consorcio fantasma con capital de apenas USD 6,700) el monopolio sobre pozos comunitarios y sistemas de riego ancestrales. Bajo el disfraz de eficiencia (palabra que evoluciona hoy en día con la promesa de innovación), criminalizó a los regantes (Art. 76) mientras blindaba cláusulas leoninas: tarifas indexadas al dólar, cobro de alcantarillado hasta el 90% del recibo, y facultad para expropiar fuentes de agua bajo el criterio de ‘ineficiencia’ (Art. 38). Mientras la Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida liderada por Oscar Olivera y Omar Fernández exigía diálogo, el gobierno respondió con el Plan Correcaminos (8 de abril), desplegando francotiradores de la FRIE que asesinaron al joven Víctor Hugo Daza (17 años) e hirieron a 31 personas, incluidos niños. Tuto Quiroga autorizó personalmente el estado de sitio y la cacería de dirigentes como Evo Morales, cuyas Seis Federaciones del Trópico reforzaron los bloqueos.
La victoria popular en la Guerra del Agua fue un revés al proyecto neoliberal y reveló la esencia de su gestión: la privatización como dogma.
Ese ‘revés’ fue escrito con sangre el 7 de abril de 2000, cuando Tuto Quiroga avaló el ‘Gran Engaño’ donde el prefecto Hugo Galindo y Monseñor Tito Solari anunciaron falsamente la salida de Aguas del Tunari para desmovilizar las protestas. Horas después, el gobierno desmintió el acuerdo y decretó estado de sitio, allanando viviendas y persiguiendo dirigentes. Este doblez, típica de los manuales contrainsurgentes que Quiroga aprendió en sus vínculos con think tanks estadounidenses, fracasó ante la insurrección del 8 de abril, cuando la quema del cuartel del GES y las barricadas masivas forzaron la huida de Bechtel. La Ley 2066 que derogó la privatización (10 de abril) no fue una concesión, sino una victoria arrancada por el pueblo tras dos muertos y 55 heridos.
Tras la muerte impune del Bánzer en mayo de 2002, Tuto, como incluso McLean menciona en su revelador artículo, asfixió al ADN con el fin de pavimentar su propio camino a la presidencia, fundando Podemos para las elecciones de 2005, un total fracaso al perder estrepitosamente ante Evo Morales.
Su gobierno, marcado por la herencia de una economía en recesión, lanzó el “Plan Tuto”, un paquete de austeridad fiscal, flexibilización laboral y subsidios a la gran burguesía cruceña. Combinado con la promoción de inversiones extranjeras y el desarrollo de gasoductos para exportar energía a Brasil, EE.UU. y México. Su obsesión con el gasoducto al Pacífico revelaba su sometimiento a los intereses de las multinacionales energéticas. Mientras el 59% de la población vivía en pobreza (ONU, 2002), su gobierno priorizó el pago de la deuda externa sobre la soberanía alimentaria.
En el ámbito internacional, Quiroga defendió en la II Cumbre UE-América Latina (Madrid, 2002) la necesidad de que los países ricos apoyaran la erradicación de cultivos ilegalizados abriendo sus mercados a exportaciones bolivianas, pero no para incentivar la economía y eliminar la desigualdad, sino para incrementar la militarización del país, sobre todo del Trópico de Cochabamba. Además, durante la misma demostró no ser el lacayo ejemplar de los gringos, ya que su cipayaje fue sometido a fuertes críticas de EE.UU. por la lentitud en la eliminación de cocales en Cochabamba. Tras ser elegido jefe nacional del ADN el 3 de marzo de 2002, Quiroga impuso un discurso de «tercera vía» blairista no para modernizar el partido, sino como cortina de humo de su estrategia de desmantelamiento. Este maquillaje retórico no podía ocultar la esencia del ADN: un partido fundado por un ex dictador responsable de masacres, con políticas de extrema derecha incrustadas en su ADN.
El fracaso fue inmediato: en las elecciones de ese mismo año, el ADN con Ronald McLean Abaroa como candidato obtuvo sólo el 3.4% de los votos. Pese a la debacle, Quiroga usó su control sobre las ruinas del partido para ordenar el apoyo a Gonzalo Sánchez de Lozada en la investidura congresual del 4 de agosto de 2002, bloqueando el ascenso de Evo Morales.
Su complicidad con el modelo de saqueo se profundizó en 2003: junto a Samuel Doria Medina, respaldó el gasolinazo de Sánchez de Lozada que desató la Guerra del Gas. La disputa entre ambos jamás fue ideológica, como revela el pacto secreto de 1997, sino la pugna de dos operadores por administrar el mismo proyecto neoliberal.
¿Cuáles son sus vínculos con EE.UU. y Think Tanks de imperialistas y de derecha?
Por si aún no quedaba claro, Jorge ‘’Tuto’’ Quiroga funciona como puente entre la oligarquía boliviana y el complejo injerencista estadounidense. Sus vínculos con redes internacionales de derecha se articulan principalmente a través de dos ejes estratégicos. Fue vicepresidente de la New Direction Foundation del 2014 al 2019; se trata de un think tank con sede en Bruselas alineado al Partido Republicano de EE.UU. y la Atlas Network.
Tuto Quiroga participó en el diseño de programas de entrenamiento para líderes opositores de derecha en Venezuela y Nicaragua, disfrazados bajo la retórica de “resistencia democrática”. Estas operaciones, financiadas por lobbies energéticos como Koch Industries, buscaban desestabilizar gobiernos antioligárquicos mediante tácticas de guerra híbrida, combinando movilizaciones callejeras y operaciones psicológicas.
Paralelamente, su rol como miembro ejecutivo de la International Democrat Union (IDU) lo insertó en una red global cofundada por Margaret Thatcher y financiada por la NED a través del International Republican Institute (IRI). Desde esta plataforma, Quiroga coordinó apoyo logístico a Vente Venezuela de María Corina Machado durante las protestas violentas de 2014 y 2017 en Venezuela, canalizando recursos para inflamar el conflicto interno bajo el pretexto de “defensa de los derechos humanos”.
Apoyo sistemático a María Corina Machado en Venezuela
La colaboración de Quiroga con la oposición venezolana se estructura en dos niveles: coordinación política y financiamiento encubierto. Como delegado boliviano en el Grupo de Lima (2017-2019), alianza promovida por EE.UU. para aislar diplomáticamente a gobiernos progresistas, Quiroga facilitó reuniones estratégicas con María Corina Machado en foros como la Asamblea de la OEA 2019 en Medellín y el CPAC 2023 en Hungría, este último patrocinado por sectores ultraderechistas europeos. Estas cimas sirvieron para alinear estrategias desestabilizadoras en la región.
La eficacia de Quiroga como nodo contrarrevolucionario tiene que ver con sus redes transatlánticas coordinadas por think tanks intervencionistas. Un ejemplo es su vínculo con Carlos Sánchez Berzaín, director del Interamerican Institute for Democracy, con financiamiento de la NED para producir informes que acusaban a los gobiernos de Evo Morales y Nicolás Maduro de “narcogobiernos”.
Operador continental en la guerra híbrida
Jorge Quiroga trasciende su rol de político boliviano para erigirse como un asset estratégico del Departamento de Estado en la coordinación de la ofensiva contrarrevolucionaria en América Latina. Su eficacia reside en articular tres niveles: think tanks (New Direction, IDU) como fachadas legitimadoras, plataformas de desestabilización local (“Ríos de Pie”) y flujos financieros encubiertos canalizados vía NED y USAID. Esta tríada opera bajo el paradigma de la “guerra híbrida”, donde la retórica democrática enmascara acciones de desintegración sociopolítica. Su trayectoria –desde el gobierno de Bánzer hasta el respaldo al golpe de 2019– refleja una coherencia funcional a los intereses geopolíticos estadounidenses, confirmando que la “oposición democrática” es en realidad un proyecto imperial reciclado para anular la soberanía de los pueblos.
Quiroga sintetiza la podredumbre de la burguesía nacional: su “tecnicismo” es la máscara de un verdugo que convierte países en feudos de corporaciones. Su defensa por ONGs “verdes” y la oligarquía confirma que el imperialismo muta (greenwashing, golpes “suaves”) pero no retrocede.
Hoy, bajo la insultante imagen de renovación, se presenta como candidato a la presidencia por quinta vez para las elecciones presidenciales programadas para el 17 de agosto de este año. Quiroga busca limpiar su nombre distorsionando la historia, pero las cicatrices de la Guerra del Agua lo desenmascaran: mientras él coordinaba la represión en abril de 2000, SEMAPA renació bajo control social, modelo que democratizó el agua y redujo tarifas, demostrando que la autogestión popular funciona donde el neoliberalismo saquea. Su vicepresidente, Juan Pablo Velasco cuyos negocios precarizan trabajadores, confirma que su proyecto es restaurar esa doctrina del shock.
Juan Pablo Velasco como vice: La representación “joven” de la patronal del capitalismo de plataforma

Juan Pablo Velasco, el candidato a vicepresidente que acompaña a Tuto en la Alianza Libre encarna la contradicción fundamental del proyecto opositor: una fachada de innovación tecnológica que oculta un núcleo ideológico profundamente alineado con el neoliberalismo más ortodoxo. Velasco, un empresario cruceño de 37 años sin trayectoria política previa, fue presentado como el “primer vicepresidente tecnológico y digital de la historia de Bolivia” en un acto cargado de simbolismos futuristas, donde Quiroga interactuó con un avatar digital de su yo joven.
Velasco es fundador de Netcomidas.com (adquirida por PedidosYa) y gerente general de la multinacional Yango. Algo que Alianza Libre usa como garantía de modernidad, pero revela su adscripción al modelo de capitalismo desregulado y economía de plataforma que precariza el empleo. Su discurso, centrado en “traer el mundo a Bolivia”, evoca la misma retórica de apertura comercial que caracterizó a Quiroga en los 90, cuando como ministro de Finanzas de Jaime Paz Zamora impulsó las negociaciones con el FMI y el Banco Mundial para la reducción de la deuda externa a cambio de ajustes estructurales.
La elección de este perfil para vicepresidente no es casual, responde a la necesidad de Quiroga de oxigenar su imagen sin alterar su programa económico, que promete un “acuerdo con el FMI”, “tipo de cambio flexible” y la privatización de empresas estatales bajo el eufemismo de “concesiones”.
Este mismo patrón de engaño se usó en la Guerra del Agua: en 1999, el gobierno de Bánzer-Quiroga vendió el proyecto Misicuni como ‘solución técnica’ al desabastecimiento, ocultando que su túnel, adjudicado sin licitación a la italiana ICE-ASTALDI que encubría el negocio de Aguas del Tunari. Hoy, Velasco repite el libreto: promete ‘empleos digitales’ como coartada para privatizar recursos estratégicos, igual que en 1999 cuando el ‘tecnócrata’ Quiroga entregó el agua a Bechtel. La diferencia es que ahora usan apps en lugar de leyes: la precarización laboral de repartidores (CEDLA, 2025) es el nuevo Art. 29 de la Ley 2029.
Velasco, como figura apolítica, opera como cortina de humo para un proyecto que revive la esencia del PODEMOS de 2005, recordemos que era la agrupación de Quiroga y que defendió contratos petroleros favorables a multinacionales, la designación de Velasco consolida una alianza con la élite empresarial cruceña.
Este matrimonio entre tecnócratas y la vieja guardia patrimonalista de Santa Cruz expresa la verdadera naturaleza de Libre: una coalición que, pese a su retórica renovadora, apuesta por la restauración del poder de las oligarquías regionales y el capital transnacional, utilizando como carnada el lenguaje de la innovación para ocultar su compromiso con un modelo que ya gobernó Bolivia en tiempos de Banzer y que hoy promete “atar los cordones de los zapatos” del Estado, como irónicamente declaró Quiroga al despreciar servicios públicos esenciales. Velasco, en este esquema, no es un agente de cambio, sino el rostro fresco, que provoca más cringe que tendencias virales, con un proyecto que busca reflotar el mismo ideario que en 2001 llevó a Quiroga a suceder a Banzer entre acusaciones de conspiración con Washington y los “dinosaurios” del ADN. Velasco sintetiza la reconfiguración neoliberal del capital en la era digital, donde la explotación laboral se enmascara bajo retóricas de “emprendimiento” y “flexibilidad”. El reporte del CEDLA sobre repartidores y conductores en plataformas digitales en Bolivia revela cómo sus empresas (PedidosYa, Yango) y su fintech Presto operan como dispositivos de acumulación capitalista basados en la precarización laboral estructural.
Los repartidores y conductores usan sus propios medios de producción (automóviles, motos, celulares, seguros) para generar ganancias a plataformas de Velasco. Trabajan 74 horas semanales sin derechos laborales, mientras empresas como Yango externalizan costos y riesgos. Esto genera plusvalía absoluta: el valor creado por el trabajador ($6,000 Bs/mes) es apropiado por el capital, que solo invierte en algoritmos de control.
Mientras el padre de Velasco, Álvaro Velasco Bruno, desfalcaba el Banco Fassil (condenado por organización criminal en 2023), su hijo construyó un imperio basado en eludir obligaciones laborales. Plataformas como Presto y Yango operan bajo contratos civiles atípicos, evadiendo seguridad social, aguinaldo y jornadas de 8 horas, fomentando la informalidad.
El “éxito” de Velasco como “emprendedor estrella” (Netcomidas vendida a PedidosYa) se sustenta en la explotación de migrantes y jóvenes. Por ejemplo, Javier (venezolano) y Gerardo (ingeniero subempleado) son parte de mano de obra barata sin alternativas, obligada a aceptar condiciones inhumanas.
Velasco promueve una “democracia participativa digital” en su campaña, pero no solo declaró no saber qué es la AGETIC (Agencia de Gobierno Electrónico y Tecnologías de Información y Comunicación), sino que sus empresas usan algoritmos para Intensificar la explotación con turnos basados en scoring que obligan a aceptar pedidos no rentables. Además de buscar fragmentar la lucha de clases, pues los repartidores compiten entre sí por calificaciones, anulando la solidaridad de clase. Promueve la tecnología como fetiche al asegurar que van a «generar 50,000 empleos» lo que no dicen es que estos “empleos” son trabajo precarizado sin derechos. El CEDLA demuestra que 87% de repartidores no superan el salario mínimo tras descontar gastos (gasolina, mantenimiento, impuestos).
Su promesa de “cambiarlo todo” busca restaurar la hegemonía oligárquica. En pocas palabras Velasco asegura la precarización del trabajo vía apps y Quiroga garantiza impunidad al gran capital donde la “innovación” es un eufemismo para la sobre explotación.
Tuto disfraza el slogan político de ser el candidato mejor preparado. La única credibilidad que le da la gente es gracias al borrado colectivo de la memoria histórica y a sus supuestas salidas “fáciles” a las crisis. El país no puede estar a la mano de un títere de la oligarquía boliviana y de Washington. Asimismo, Juan Pablo Velasco, la joven promesa que reconoce no saber de política, no va a innovar la Asamblea Legislativa Plurinacional, sino que va a proyectar el modelo de precarización de sus empresas al estado. Es así como los dos ven a Bolivia, como una empresa a la cual se le puede seguir sacando rédito mientras venden promesas que solo van a cumplir para ese porcentaje tan pequeño de burgueses. La fórmula Quiroga–Velasco no propone un nuevo país: propone pintar con apps el mismo modelo de saqueo, precariedad y sumisión. En su campaña, Tuto promete un “país de propietarios”, y así será, solo que no será para nosotrxs; sino a costa de nosotrxs. El viejo régimen quiere volver, con cara de tecnócrata y fondo de saqueo. Que no te engañen con el disfraz digital y “renovador”: Tuto ya gobernó, y lo hizo contra el pueblo.
Por RM
Bibliografía
- Centro de Investigaciones de Relaciones Internacionales y Desarrollo (CIDOB). (s.f.). Jorge Quiroga Ramírez. En R. Ortiz de Zárate Arce (Ed.), Líderes políticos. Recuperado el 29 de julio de 2025, de https://www.cidob.org/lider-politico/jorge-quiroga-ramirez
- Ruiz, J. (2024, 22 de febrero). Atlas Network, organización internacional de la derecha injerencista. Libera Radio. https://liberaradio.com/atlas-network-organizacion-internacional-de-la-derecha-injerencista
- Villa Laura, M. (2025, julio). Reportaje: Repartidores en Bolivia: trabajo precario en un mundo digital creciente. [Coordinado por Unidades de Investigación y de Comunicación CEDLA]. Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA). https://cedla.org/reportaje-repartidores-en-bolivia-trabajo-precario-en-un-mundo-digital-creciente/
- MacLean-Abaroa, R. (2025, 29 de julio). El pacto secreto de Tuto y Samuel. Brújula Digital. https://brujuladigital.net/opinion/el-pacto-secreto-de-tuto-y-sam
- Salazar Ortuño, F. B. (2011). Movimientos sociales en torno al agua en Bolivia: Privatización e insurrección social en la guerra del agua en Cochabamba. ASDI; Universidad Mayor de San Simón (UMSS).



