
1 de septiembre de 2025
Rómer Saucedo es una triste y vulgar imitación de Sergio Moro, estilo cruceño. Ambos representan esa figura del juez que cambia la toga por la trinchera política, no por convicción democrática, sino por oportunismo y servilismo al poder de turno.
Moro encarceló a Lula con un proceso amañado, sin pruebas contundentes, con un show mediático convertido en juicio político, y después, sin el menor pudor, se acomodó como ministro de Justicia estrella de Bolsonaro, el mismo régimen autoritario y ultraderechista que se benefició de haber proscrito al candidato favorito del pueblo. En otras palabras: usó la justicia como escalera para treparse al poder.
Saucedo, al estilo del Moro brasileño, opera como juez militante camuflado de imparcial, torciendo la balanza judicial para favorecer intereses políticos, no principios jurídicos. Se viste de neutralidad, pero sus fallos tienen olor a consigna. Como Moro, convierte el estrado en tribuna política y la sentencia en arma electoral.
Si Moro fue el arquitecto judicial del bolsonarismo, Saucedo amenaza con ser el instrumento togado de quienes buscan legitimar la persecución selectiva y garantizar la impunidad de los aliados. Ambos comparten la peor de las características: la traición a la independencia judicial para transformarse en operadores del poder político.
La diferencia quizá es de escala: mientras Moro ya es la caricatura internacional del juez que se vendió al autoritarismo, Saucedo apenas ensaya ese papel en un escenario local. Pero la lógica es la misma: usar la toga para matar la justicia y parir la política más sucia.
Por Gabriel Villalba Pérez